Sting supera con nota su reto con la música orquestal - El ex Police
seduce al Sant Jordi con la relectura de sus éxitos...
Sting, una de las grandes estrellas del pop-rock de los ochenta y noventa que
prosigue en primera fila por simple placer, regresó anoche a Barcelona para
ofrecer la enésima muestra de su camaleónica música. Al igual que Peter Gabriel
hace unos meses, Sting recurrió al formato orquestal para demostrar y
demostrarse la perfecta viabilidad de su creatividad en formatos que difieren
del de sus inicios musicales. Precisamente el recuerdo del concierto de Gabriel
sobrevoló el Sant Jordi al comprobar cómo al iniciarse el concierto los claros
eran notables entre el público asistente. Al final la asistencia acabó
animándose y se asegura que anoche subieron a Montjuïc unos 7,000 aficionados,
buena parte de ellos de visible veteranía: el público más joven no bajaba de la
treintena cumplida, todas las sillas de la pista estaban ocupadas y el temible
cortinón del fondo volvió a hacer acto de presencia, reduciendo drásticamente el
potencial aforo.
La experiencia se saldó con la previsible perfección técnica que acompañan las
performances de Sting desde los tiempos de 'Bring On The Night': sonido
impecable -más bajo de lo habitual para los cánones de una velada de pop o
rock-, escenografía sobria, iluminación cromáticamente esquemática pero eficaz.
Sting, elegante con su vestuario oscuro, ejerció de protagonista absoluto de la
noche, de la larguísima noche (tres horas de sesión, incluida una pausa de
veinte minutos), ya en su apartado musical o como maestro impecable de
ceremonias: desde el bona nit inicial hasta las esporádicas incursiones en
modélico castellano.. Por si faltara algo, las cámaras y los focos se encargaban
de remarcar el dominio escénico del autor de 'Roxanne'.
La relectura en clave orquestal de esos grandes éxitos compuestos inicialmente
con un vocabulario rockero no chirrió en ningún momento, demostrando la
acelerada adaptación de esta Royal Philarmonic (dirigida, por cierto, por un
Steven Mercurio tan pinturero como saltarín) a un repertorio insólito para ella
hace poco más de un año.
Pero el resultado no mostró muchas llamadas de atención para alguien que no
fuese un incondicional de Sting, porque casi todo transcurrió sin sobresaltos
armónicos o melódicos. La vía a la que han llegado todos los protagonistas de
esta agradable y placentera aventura es la del mínimo riesgo. Sólo en muy
contadas ocasiones se percibió algún espíritu transgresor en ese encuentro
estilístico, como en la hermosa versión de 'Roxanne' o la briosa adaptación de
This cowboy song, donde la orquesta siguió el pulso rítmico de los músicos de
Sting, con un impecable Dominic Miller en la guitarra eléctrica.
Las más de veinticinco canciones con las que deleitó al dichoso y cómplice
auditorio mostraron, eso sí, la enorme versatilidad de las composiciones
firmadas por el casi sexagenario músico: la cinematográfica 'Tomorrow We'll
See', la siempre emocionante 'Why Should I Cry?', la políticamente militante
'Russians'... Ovarios tostonazos, como 'Hung My Head'.
En excelente forma física, la voz del cantanteo demostró buen estado de forma.
En fin, un auténtico goce para un público entregado, que en buena parte ha
crecido con él y que demostró mayor aceptación de temas conocidos del pasado
como 'King Of Pain', la briosa versión de 'If I Ever Lose My Faith In You' o la
infalible 'Every Breath You Take'.
© La Vanguardia by Esteban Linés